Conocí a Ernesto Choy en los años 80, en Leuven (Lovaina), ciudad estudiantil de Bélgica, Nos alojamos en la misma residencia universitaria y, en esa época, nos hicimos buenos amigos, por su gran simpatía y amabilidad, así como por la cercanía cultural que proporciona estar en el extranjero y pertenecer ambos a la Hispanidad.
Navegando por internet, me acabo de enterar de su reciente fallecimiento. Me he quedado muy consternado por esta noticia.
¡Dale Señor el descanso eterno y brille para él la luz perpetua!
¡Qué Dios le tenga en su Santa Gloria!
¡Descanse en paz!
Amén.